lunes, 13 de agosto de 2012

El tapón





Hay días que la vida te regala situaciones tan cotidianas como extraordinarias. La que he vivido hoy, ha sido al borde de una orilla cualquiera, de una playa como otra y de la mano de un niño como tantos otros.

La criatura no tendría más de 18 meses, probablemente algunos menos. Sus pasos rápidos y dubatitivos por inexpertos me han divertido largo rato. Idas y venidas entre risas a un mar poco bravo, aunque a tenor del pavor en la carrera del pequeñuelo nadie lo diría. 
El mar cansa. Y al final ha podido con él de la misma manera que ha podido con cientos de millones antes que a él. Se ha sentado, y contra todo pronóstico absolutamente nada del despliegue de palas, cubos, ratrillos, moldes, y otros utensilios que tenían sus padres preparados para su entretenimiento y diversión le interesaban.  Y no será porque no han insistido. 
Al cabo de un rato más bien breve, por fin algo captaba absolutamente toda su atención. Es fascinante comprobar como los bebés son capaces de centrar su atención hasta quedar absolutamente al margen de todo lo demás que les rodea. Pocos adultos conservan esa facultad. Y el tiempo, primero para él y luego para mí de su mano, se detuvo. La agonía del romper de las olas en la orilla y el murmullo de los bañistas se convertían en la banda sonora necesaria. Así empezaba esta bella sinfonía de la vida.

Entre sus manitas tenía por un lado la botella de crema solar, y por otro lado el tapón que en teoría sellaba dicha botella. Desde el principio el juego era tan evidente como obligado: tapar la botella con su tapón. Pronto se ha dado cuenta que la misión no sería tan fácil. Lo ha intentado una y otra vez sin éxito. Ha cambiado de estrategia varias veces. Ha sido delicado y expeditivo, más delicado y más expeditivo con idéntico resultado.Ha vuelto a empezar decenas de veces, aunque estoy seguro de que en su cabeza han sido miles. Ha puesto tesón, doy fe, estaba allí. Para hacer justicia, tengo que decir que en más de una ocasión ha estado muy, muy cerca de lograrlo... pero no, no lo ha hecho. También tengo que confesar de que ha habido algún momento en el que he tenido que reprimir mi impulso de ayudarle. Quizás debería de haberlo hecho...pero no, no lo he hecho.
Y al final no, no lo ha conseguido. Lástima. Lo he sentido por él - se merecía triunfar-Afortunadamente no se le veía excesivamente contrariado... porque, devolviéndonos de sopetón al espacio tiempo ha vuelto con sus pasos dubitativos y alegres a repetir el primero de sus juegos como si nunca antes hubiera pasado, con las mismas risas. Otra de esas facultades que dejamos por el camino de la vida.

De camino a casa, ya en el coche, me ha dado por pensar en el niño y su tapón. ¿Cuántas veces en mi vida me habrá pasado? ¿Cuántas veces a pesar de mi entrega y voluntad no habré sabido taponar hemorragias de pensamiento y de actitud? ¿Habré sido consciente de lo cerca que he estado de conseguirlo?... Y la pregunta del millón... ¿Si hubiera seguido intentándolo, habría sido sinónimo de éxito? ... No lo sé...Lo pensaré corriendo por la orilla.
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