martes, 5 de abril de 2011

Frase inspiradora II


Repetía incansablemente el prestigioso paleontólogo Stephen Jay Gould (1941-2002) sobre la especie humana que "somos la última gota de la última ola del inmenso océano cósmico". Ante tal afirmación no puede quedar ni el más mínimo atisbo de soberbia; ante tal constatación no podemos más que dejar de tomarnos tan en serio de una vez.
Sin embargo desde la más tierna infancia, en parte por culpa del desmedido amor paterno filial y por la obsesiva conquista de la autoestima del infante por medio de la acción del adulto , se nos recuerda incansablemente cuán importantes somos, a veces incluso nos "cocinan un entorno" tan a la medida que no podemos más que vivir como si fuéramos el ombligo del mundo.

Esta dualidad (este binomio interior irreconciliable) es sin duda una fuente de dolor de por vida que se gesta en la infancia y alimentamos mientras existimos (como casi todos). Aprendemos desde los más tiernos primeros años a no vivir en equilibrio con la Historia Natural de la Tierra que nos acoge, y cómo decía aquel: - "Esto no puede acabar bien". Y es que bastantes tensiones internas nos genera la relación con el Otro como para encima añadirle el estar desubicado en el escenario vital que nos envuelve (y sin saberlo).

Después de vivir consciente o inconscientemente siglos bajo la premisa "homo omnium rerum mensura est" hay que empezar a desandar en su justa medida este pensamiento que coloca al hombre por encima de todo, erradicar todo tipo de esquemas mentales-perceptivos que empujen a cualquier forma de etnocentrismo y reconciliar desde la humildad-generosidad al Hombre con la Madre Tierra. En ello nos va la felicidad presente y futura; en ello padres y escuela podemos hacer mucho más de lo que hacemos, empezando por nosotros mismos.

P.D... ¿Te has reído hoy de tí mismo por lo menos una vez?... Es muy sano.

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