martes, 10 de noviembre de 2009

El placer de aprender


Hace unos días que he podido experimentar lo que los nanos a los que atiendo a diario experimentan, o por lo menos creo que se aproxima. Fue realmente placentero.
Llevo un tiempo frecuentando de la mano de un excelente amigo un restaurante chino, que se aleja bastante del stándard de los que abundan por aquí. La comida, el concepto y el servicio se alejan de lo comercial, para dar paso a un auténtico espectáculo de sabores, olores y ritmos, donde cada uno de los sentidos se siente especialmente mimado. Empujado por el ambiente y casi la necesidad, me he propuesto usar los palillos para llevarme a la boca las exquisiteces que allí se sirven. El proceso no ha sido fácil y aunque todavía no tengo una soltura suficiente, sí que puedo afirmar que este esfuerzo me ha devuelto sensaciones difíciles de expresar, despertando partes del cerebro y mi memoria que probablemente llevaban demasiado tiempo dormidas. Se trata de un aprendizaje de los denominados básicos, que desde su sencillez es capaz de redondear toda una experiencia, haciéndola realmente única, inolvidable. Estoy deseando volver.

Una de las grandes trampas de la vida adulta es alejarnos del aprendizaje, o resumirlo en lo básicamente intelectual.Sin duda un cuerpo y una mente abiertos a la educación o reeducación son síntoma y agente de una vida más plena, más feliz.

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